29/12/15

The Belly Of An Architect (Peter Greenaway 1987)

La panza grecolatina

Por Jorge Le Brun


“El fanatismo consiste en redoblar el esfuerzo cuando has olvidado el fin”.
- George Santayana


Las obras de arte son un medio de comunicación en medida de lo que expresan y las referencias culturales de sus respectivos públicos. En el arte se han expresado sentimientos y abstracciones de los mismos, pero también ideas concretas; filosóficas, políticas, se trata más bien de la objetivación de la conciencia; esa maldita de la que los surrealistas intentan escapar utilizando los sueños y elementos inconscientes para crear sus obras, pero incluso en la técnica (o carencia de esta) ¿Podríamos decir que hay una ideología plasmada? De alguna forma tal vez esto tenga algo de cierto, ejemplos hay en los diseños arquitectónicos a través de la historia, los nazis querían emular al imperio romano, la escolástica fue una corriente filosófica que influyó en el arte realizada durante el medievo, el barroco fue influido por la contrarreforma católica, y podemos observar que a más antiguo mayor sencillez en el diseño pues las referencias ideológicas eran menores, pero no inexistentes.

El director de cine Peter Greenaway lo entiende como pocos; su obra trata sobre esto y su propuesta visual es romper con el lenguaje cinematográfico aún en uso en búsqueda de nuevas formas, "el cubismo en el cine", afirma. Sus cuadros son los de todas esas pinturas, sin importar el dialogo o movimiento que realice su cámara; él trata de crear “sus pinturas sonoras”. En este caso nos recuerda al arquitecto Étienne-Louis Boullée, a través de un fanático empedernido que trata de abrir una exposición sobre sus proyectos mientras lidia con un fatídico dolor estomacal y una creciente paranoia contra su esposa.

The Belly of an Architect contiene numerosas referencias a la vida y obra de Boullée, nacido en 1728, el cual nunca se casó y, en contraste con un desarrollo teórico inusualmente extenso (del cual es uno de los más grandes referentes en la arquitectura), fueron escasas las obras que construyó. Comienza la historia con el arquitecto americano Stourley Kracklite (Brian Dennehy), llegando al orgasmo en un vagón de tren en pleno acto carnal con su mujer, Louise (Chloe Webb) y claro, entrando en tierras romanas. Durante la noche, en una interesante toma que recuerda a una obra pictórica, Kracklite preside la inauguración de una exposición sobre Boullée en la que ha trabajado gran parte de su vida, donde se da una escena que al día de hoy se encuentra en vías de extinción en la vida real, el aplauso del público ante una obra de arte para reconocer el mérito del artista; vivo o muerto para no escucharlos.

El conflicto de la historia se da cuando nuestro fanático de Boullée empieza a sentir un gran e incesante dolor en el vientre, tiene terrible paranoia de que alguien lo está envenenando, y comienza a escribirle en un diario a “su héroe” muerto muchos años antes de que el hiciera su exposición con la esperanza de mantener (o imaginar) una relación epistolar con Boullée. Mientras esto sucede, algunos de los socios de Kracklite, conspiran contra su proyecto, e intentan apropiárselo, pero no solo eso, uno de estos socios también toma a la mujer del arquitecto.

La historia no es del todo precisa y en muchas ocasiones solo funciona para ir moviendo el lenguaje audiovisual propuesto por Greenaway, pero no se pueden negar los temas que son denunciados por el arquitecto Kracklite a lo largo del metraje. Dice alguien que “El mundo de Kracklite consiste esencialmente en la relación con ese ser encarnado por Boullée. Uno está hecho en referencia al otro; relación en espejo donde uno ofrece al otro su imagen invertida”. El arquitecto está obsesionado con Boullée al punto de escribirle, se identifica profundamente con este, pues en realidad él es un gran planificador que nunca terminaba sus proyectos, piensa que morirá de la misma forma que su héroe; la neurosis lo lleva a plantearse ese problema existencial entre lo “concreto” y el cada vez más despreciado aspecto teórico en las sociedades modernas; su propia esposa le echa en cara su escasa producción arquitectónica que según ella ironiza, Boullée no es sino un invento del propio Kracklite. Todo lo dicho mientras el arte, que siempre expresa lo ideológico, es manejado por intereses materiales que se ven en la película por medio de los hermanos Speckler: Caspasian seduce a Louise, y Flavia se convierte en la sombra de Kracklite al documentar lo que hace en sus delirios; todo para finalmente hacerse con la exposición.























Es en los delirios y la soledad en la que se encuentra el protagonista en donde se aprecia la esencia del trabajo de Greenaway, la ciudad de Roma es un grato personaje que cumple su papel al mostrarse tal cual. La soledad de Kracklite es vista por una atmósfera atemporal y grecolatina en donde la fotografía imita perfectamente los elementos de grandes cuadro. La mayor parte del trabajo es vista en planos generales incluso en la intimidad o los diálogos, haciendo escenas largas y con pocos cortes e imitando el arte de autores como De Chirico, Rembrandt, Jan Vermeer, Jan Six en su contenido visual. Como se menciona en la escena desarrollada en los baños de Adriano  “las ruinas romanas hablan por sí solas, ya que lo que no se ve se puede imaginar”. Desde la llegada a Roma se empiezan a ver panorámicas similares a postales, de paisajes naturales y edificios representativos todo con la propuesta del director; la película está llena de espectaculares ambientes barrocos que se sostienen esta vez en la propia geografía urbana de la capital italiana.























La escultura no queda fuera de este relato y es que entre las obsesiones que Kracklite desarrolla venido con la paranoia de que su esposa lo envenena con higo (cual Augusto imperial), una obsesión con los vientres que nadie a su rededor puede entender; imágenes del abdomen de hombres romanos algunos muy prominentes y otros un tanto curveados, que son fotocopiados de esculturas (y pinturas) en su mayoría. Una obra que se sirve de lo formidable de su entorno para evidenciar lo pequeño que somos y lo diminuto que son a veces nuestros dramas en el universo de las representaciones. Otro ejemplo de la escultura se ve cuando el arquitecto tiene un dialogo con su doctor en un pasillo en el que hay varios bustos de emperadores romanos y el médico habla de sus distintas vidas y sus formas de morir con un denominador común, sufrimiento.


Nepturno de Agnolo Bronzino, uno de los vientres a los que se hace referencia en el metraje

La música es realizada por las partituras de Wim Mertens y Glenn Branca que acompañan las imágenes logra momentos de forma magnificente; con Struggle for Pleasure como tema principal, la cual acompaña paisajes antes de introducir a escenas importantes, la cual acompaña e introduce la atmosfera de urbe antigua y casi onírica durante la historia.























Película que odiaras si no quiere imaginar más signos en el lenguaje cinematográfico o que amaras si gustas de todo. La historia de un hombre hipocondriaco y sentenciado, lleno de delirios y en autodestrucción, un arquitecto que intenta comunicarse con el hombre al que quiere emular en cada aspecto; no por nada el estómago concentra la mayor parte de la carne del cuerpo y ahí está el ombligo, esa cicatriz que queda al romperse el cordón umbilical con alto poder simbólico, por algo algunos quieren ser “el ombligo de algo”, quieren estar rodeados del grueso de la carne, o dicho en otras palabras, rodeados de lo más colosal de la arquitectura.  



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